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Relatos sobre la Escena SubterrÁ¡nea Peruana: Parte III

  • Published November 17, 2014 By MRR
  • Categories Interviews
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Here is the Spanish-language version of part three of our three-part history “Notes on the Peruvian Underground.” This originally appeared in English in MRR #359. You can read part one in English in MRR #353 (parte uno en espaÁ±ol aquÁ­) and part two in English in MRR #356 (parte tres en espaÁ±ol aquÁ­).

Autor: shane g.g.
TraducciÁ³n: Julio “el chibolo” DurÁ¡n con aportes de P.J. Lucas

…Y luego viene un culo de otras huevadas

Hay tantas huevadas con las que podrÁ­a seguir jodiéndolos que esto podrÁ­a convertirse en una malacostumbre de ir contando historias sin parar y sin saber cuÁ¡ndo callarme. Sigo con ganas de empezar este Áºltimo grupo de historias sobre la escena subterrÁ¡nea punk del PerÁº remarcando algo asÁ­ como las diferencias esenciales entre las décadas de los 80, 90 y 2000, estableciendo una especie de divisiÁ³n cronolÁ³gica rigurosa entre un momento histÁ³rico y el siguiente, dibujar una lÁ­nea clara en la arena temporal. ¡Los 80 fueron punk y hardcore y polÁ­ticos! ¡Con los 90 llegÁ³ el grunge y esto llevÁ³ a un punk despolitizado! ¡A partir del 2000 hasta el presente surgen bandas indies y de fusiÁ³n con mercados nicho para cada consumidor imaginable!

¿Pero saben qué? No es tan simple. No en PerÁº. Probablemente no lo sea en ninguna parte. La temporalidad es un asunto problemÁ¡tico. Y, de todos modos, las décadas y aÁ±os y fechas son marcadores arbitrarios para seÁ±alar una diferencia histÁ³rica.

El noise y el grind y el crust core en Lima, por lo general, se asocian principalmente con los 90. Era una mancha de chiquillos (Leo Bacteria, Richard Nossar, Oscar ReÁ¡tegui, José MorÁ³n) la que ayudÁ³ a formar estas mini-escenas. Pero lo hicieron solamente después de entrar en el “rock subterrÁ¡neo” a fines de los 80 cuando ya habÁ­a degenerado en facciones porosas de hardcore, punk, metal-crossover, y, por supuesto, de cholos, misios y pitucos. El resultado fueron varios proyectos noise: Atrofia Cerebral, MDA, InsumisiÁ³n y Dios HastÁ­o. Este Áºltimo estÁ¡ aÁºn activo y dejando sorda a la gente en mugrientos locales del centro de Lima. También hubo otras bandas mÁ¡s nuevas que surgieron con una combinaciÁ³n de influencias hardcore, punk y rock garage. Aeropajitas, Pateando tu Kara, Héroe Inocente y Manganzoides se impusieron como algunas de las favoritas en Lima en distintos puntos de los aÁ±os 90. Todos ellos aÁºn participan en tocadas de vez en cuando.

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¿Eso significa que todas las bandas de los 80 estÁ¡n muertas? Pues casi. Algunas resistieron por un tiempo o hicieron retornos inesperados. G3 agregÁ³ un segundo guitarrista e hizo un giro evidente al grunge en los 90 bÁ¡sicamente hasta que se separaron en 2000, y luego Gabriel y Gonzalo empezaron Inyectores. Leusemia reapareciÁ³ en 1995 con un nuevo Á¡lbum y ha seguido tocando desde entonces con distintos miembros. Los Áºnicos miembros originales que han durado son RaÁºl MontaÁ±ez y Daniel F., siendo este Áºltimo uno de los pocos subtes de la generaciÁ³n mÁ¡s antigua que ha podido ganarse la vida tocando rock’n’roll sin tener que tener un trabajo formal (y uno de los resultados es que se ha hecho unos cuantos enemigos). Voz Propia debe ser una de las bandas activas con mayor continuidad que surgieron de la escena del rock subterrÁ¡neo a mediados de los 80—acaban de lanzar su décimo larga duraciÁ³n, “The Game is Over” en 2011.

Movernos un poco mÁ¡s hacia el presente simplemente significa enfrentar la imposible tarea de resumir lo inresumible. Camilo “Siete Bandas” Riveros, bajista de Plug Plug (y de otras seis bandas en cualquier momento determinado), me dijo hace poco que estima que en Lima existen unos cincuenta sellos independientes con aproximadamente diez o mÁ¡s bandas cada una. Saquen su cuenta. Quién sabe cuÁ¡ntas otras bandas son solo grupos de amigos que hacen mÁºsica sin ambiciones de grabar o tocar en conciertos o buscar un sello. Muchos de los mÁºsicos mÁ¡s jÁ³venes y de los asistentes a conciertos pertenecen a una muestra representativa mucho mÁ¡s diversa de Lima con una perspectiva generacional completamente diferente, e influencias musicales que pueden ser tanto extranjeras como nacionales. La cantidad de géneros es extraordinaria, desde el ska-cumbia pasando por el stoner rock al punk psicodélico. La apariciÁ³n de grandes “festivales de rock” en zonas mÁ¡s marginales de Lima es también testimonio del firme crecimiento del interés popular en lo que es aÁºn un género minoritario. El rock opera dentro de un paÁ­s y una regiÁ³n cuya sonorizaciÁ³n estÁ¡ definida principalmente por zampoÁ±istas que joden a los turistas gringos, fenÁ³menos de la world music como Susana Baca y géneros latinos populares como la cumbia, la salsa y ese género que todo rockero latino ama odiar: el reggaeton. Y luego estÁ¡ esa fuerza de la naturaleza llamada Hip Hop, que en cierta manera ha dominado globalmente al rock (y se ha fusionado solo rara vez con éste), desplazando parcialmente su capacidad de actuar como el medio expresivo preferido de la rebeliÁ³n juvenil. El PerÁº no es la excepciÁ³n. Por eso, en lugar de tratar de hacer un resumen que nos aterrice en el presente, tal vez solo responda a la pregunta que todos parecen hacerme de alguna manera. “¿CuÁ¡les son las bandas contemporÁ¡neas que te gustan?” ¡Morbo! ¡Los Mortero! ¡Barrio Calavera! ¡Veronik y los Gatos Eléctricos! ¡La Ira de Dios! ¡Reino ErmitaÁ±o! ¡Don Juan Matus! ¡CocaÁ­na!

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El grado al que las bandas influenciadas por el rock contemporÁ¡neo se reconocen como herederos del “rock subterrÁ¡neo” varÁ­a considerablemente. Se podrÁ­a asegurar cada vez mÁ¡s que el rock subterrÁ¡neo se considera, de forma retrospectiva, como el fenÁ³meno rockero mÁ¡s interesante que surgiÁ³ durante los aÁ±os 80 (a pesar, por ejemplo, de una escena metal bastante activa, que estaba desarrollÁ¡ndose en el mismo momento, y a pesar de algunas bandas de rock mainstream de gringo wannabes que eran, la verdad, bien aburridas). Creo que esto tiene que ver precisamente con la manera ambivalente en que lo “subterrÁ¡neo” estÁ¡ posicionado en relaciÁ³n a lo “subversivo” — y luego las diferentes maneras en que la mÁºsica y el arte inspiradas en el punk se fragmentaron en las diversas contradicciones de clase, raciales, geopolÁ­ticas y masculino-centradas del PerÁº. El rock subterrÁ¡neo de Lima hizo mÁ¡s que simplemente generar un espacio estético creativo de mÁºsica, arte e ideas. Para mÁ­, fue el espacio mÁ¡s crÁ­tico desde el cual un grupo de peruanos urbanos jÁ³venes (con sus facciones internas y todo) empezÁ³ a reflexionar, creativamente, acerca de la naturaleza de la guerra que los rodeaba y acerca de los dos principales agentes de violencia polÁ­tica involucrados en ella (el Estado y Sendero Luminoso). En ese momento de crisis social— e incluso si nunca realmente llegaron a tener respuestas definitivas—comenzaron a hacer preguntas crÁ­ticas acerca de lo que significa ser peruano en el contexto de un mundo mÁ¡s amplio. ¿CuÁ¡les son las causas, contradicciones y consecuencias del PerÁº? ¿CuÁ¡les son las promesas utÁ³picas del PerÁº y cuÁ¡les son sus grotescas realidades cotidianas?¿Vivir y morir en el PerÁº tiene que ser siempre asÁ­? ¿PodrÁ­a ser diferente?

¿Significa eso que para poder surgir en el momento post-conflicto el rock independiente del PerÁº ha tenido que pasar por un proceso de despolitizaciÁ³n? Depende de cÁ³mo entendamos qué es la polÁ­tica. Los punks mÁ¡s radicalizados de esa época opinan que en los 90 lo que se iniciÁ³ como “rock subterrÁ¡neo” perdiÁ³ toda posibilidad de desarrollar una verdadera vanguardia polÁ­tica. Kaos, una banda hardcore de punks relativamente adinerados con vÁ­nculos cercanos al grupo politizado de artistas del Taller NN, se desintegrÁ³ en 1989. Algunos de los miembros terminaron viviendo en el extranjero por temor a la persecuciÁ³n polÁ­tica (lo cual no era un secreto para nadie). También es cierto que Eutanasia —la banda con la reputaciÁ³n anarco-punk revolucionaria mÁ¡s evidente a fines de los 80s —tuvo su Áºltima tocada en 1990 en un centro de reuniones del Partido Revolucionario de los Trabajadores en el centro de Lima. Poco después, los cuatro miembros dejaron PerÁº para irse a Europa y JapÁ³n. Algunos de sus antiguos compaÁ±eros y colaboradores poetas callejeros (por ejemplo, Richi Lakra, que financiÁ³ la grabaciÁ³n de su demo “Sentimiento de AgitaciÁ³n”) aÁºn no los han perdonado por “desaparecerse” en el supuesto confort del Primer Mundo. Sin embargo, tendrÁ­amos que preguntarnos qué tan cÁ³modos estÁ¡n realmente en medio de una economÁ­a europea en deterioro. Después de Eutanasia, un pequeÁ±o grupo de intelectuales anarco-punk tratÁ³ de continuar las cosas en El Hueco por un par de aÁ±os mÁ¡s — con lo que quedaba de la semi-pandilla descontrolada de perdedores punks que habÁ­a surgido a finales de los 80s llamada “Bandera Negra”. Ese grupo tenÁ­a intenciones explÁ­citamente anti-intelectuales. Se veÁ­an a sÁ­ mismos, parafraseando a Chovi, uno de sus no-lÁ­deres, como hombres de acciÁ³n y no como pose académica y polÁ­tica de mierda: lo cual se evidenciaba, aparentemente, en su fama de aparecerse en conciertos, emborracharse, robar cosas y sacarle la mierda a los punks mÁ¡s adinerados (o a veces entre ellos mismos, si no habÁ­a punks adinerados cerca). ¿Quién sabe cuÁ¡ntos punks sufrieron el impacto de la atmÁ³sfera de persecuciÁ³n polÁ­tica de los 90 y decidieron quemar o enterrar sus fanzines, casetes, ilustraciones y volantes de conciertos por miedo de terminar en la cÁ¡rcel? ¿Quién sabe cuÁ¡ntos nunca estuvieron realmente en ningÁºn peligro serio?

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Por tanto, nunca hubo algo que pudiéramos llamar claramente un colectivo anarco-punk “organizado” en la escena punk subterrÁ¡nea de Lima. Pero si juntamos el discurso de Eutanasia con las experiencias vividas de El Hueco (donde la mayorÁ­a de las veces tocaban y otras veces dormÁ­an) nos aproximamos a algo parecido. El Hueco era a veces un espacio de debate polÁ­tico radical— con la visita ocasional de los reclutadores de Sendero Luminoso incluida. Incluso luego de que se cerrÁ³ El Hueco (¿alrededor de 1994?) hubo otros actores dispuestos a llevar la antorcha del activismo anarco-punk. A mediados de los 90 bandas como GeneraciÁ³n Perdida y AutonomÁ­a comenzaron a vincular su mÁºsica y fanzines no solo a la historia del pensamiento anarquista sino a otras formas de prÁ¡ctica polÁ­tica basadas en corrientes histÁ³ricas que no tenÁ­an nada que ver con el ascenso y la caÁ­da del maoÁ­smo militante de Sendero Luminoso. Se interesaron mÁ¡s en el veganismo, los derechos animales y el ambientalismo. Finalmente, en 1998, se fundÁ³ un lugar llamado El Averno en el centro de Lima. Este centro contracultural — cerrado recientemente, pero en teorÁ­a por reabrirse en otro punto de la ciudad —es uno de los espacios que ha funcionado de manera continua por mÁ¡s tiempo y en el cual se puede expresar arte, mÁºsica e ideas libertarias. El Averno recibe a cualquiera que pase por ahÁ­ —bueno, en realidad, depende un poco de quién te abra la puerta cuando tocas. Recomiendo ir cuando El Chato VÁ­ctor esté ahÁ­.

Pero no nos engaÁ±emos acerca de qué tan auténticamente punks o polÁ­ticamente radicales fueron los 80 en PerÁº. Siempre hubo bandas, artistas e individuos que no se conferÁ­an un discurso punk abiertamente politizado; muchos que no querÁ­an saber nada del marxismo militante o el anarquismo radical; varios del tipo lÁºdico, hedonÁ­stico y libertario; algunos convencidos de que el punk significa hacer lo que quieras y nada mÁ¡s; y otros que pensaban que todo era un asunto de auto-expresiÁ³n artÁ­stica. Sin embargo, todos aquellos de esa época crecieron durante el periodo de mayor violencia polÁ­tica en la historia del PerÁº desde la independencia de EspaÁ±a. Decir “no soy polÁ­tico” o “hago lo que quiero” o “solo quiero expresarme” es una opciÁ³n polÁ­tica con implicaciones polÁ­ticas.

AsÁºmanlo. PregÁºntense qué significa esto. PregÁºntense con qué estÁ¡ conectado y a dÁ³nde los conduce.

AsÁ­ que, déjenme seÁ±alar el asunto polÁ­tico de una manera ligeramente distinta, cambiando los lentes a través de los cuales tomamos esta foto de la realidad peruana. Con el ascenso del Führer Fujimori y la captura en 1992 del lÁ­der de Sendero Luminoso,Abimael GuzmÁ¡n, la polÁ­tica peruana se convirtiÁ³ en una cacerÁ­a de brujas, encarcelamientos masivos, escuadrones de la muerte y la desapariciÁ³n de los sueÁ±os puritanos de Sendero Luminoso de crear un estado maoÁ­sta. Hasta que el candidato presidencial Alejandro Toledo logrÁ³ tomar las calles en 2000 para protestar contra la fraudulenta “reelecciÁ³n” de Fujimori para un tercer periodo, prÁ¡cticamente cualquier forma de descontento expresado pÁºblicamente se volviÁ³ sinÁ³nimo de “terrorismo” ante los ojos del estado. De hecho, Sendero Luminoso ya habÁ­a llevado a cabo purgas violentas de izquierdistas moderados a través de su discurso de revisionistas “hijos de perra”y su principio de que solo la polarizaciÁ³n de la violencia podÁ­a revolucionar la sociedad peruana. El gobierno de Toledo también dio lugar a la época de la Verdad y la ReconciliaciÁ³n, lo cual necesariamente implicaba que la guerra finalmente habÁ­a terminado. Lo que quedaba entonces era ver a quién seÁ±alar como responsable. El abrumador consenso a nivel oficial, a menudo compartido por intelectuales progresistas, aunque con un poco mÁ¡s de anÁ¡lisis crÁ­tico, fue que las fuerzas del estado pueden haber cometido muchos agravios (particularmente bajo la época de Fujimori), pero que bÁ¡sicamente toda la sangre simbÁ³lica estaba en manos de los terroristas fanÁ¡ticos asociados con Sendero Luminoso. En verdad, la gran mayorÁ­a de sangre real era de los cuerpos de personas pobres y provincianas que hablaban quechua y de los que vivÁ­an en la miseria racializada y urbanizada de Lima.

Estoy exagerando un poco, pero no mucho. Después de todo, ¿no era el objetivo encerrar al gran cuco malo y sus malvados duendes maoÁ­stas para luego permitir que el estado se reconstituyera mÁ¡gicamente? Es decir, construir un nuevo teatro polÁ­tico en donde el mismo viejo drama continÁºe—esa conocida historia acerca de la autoridad incuestionable del estado y acerca de la inevitabilidad histÁ³rica de los pilares gemelos del neoliberalismo — el libre mercado y la democracia electoral. Esa historia acerca de la hermosa fantasÁ­a de un lugar llamado PerÁº. Bueno, carajo, dicen algunos, por lo menos ya no hay mÁ¡s perros muertos colgados de los postes de Lima (la firma de Sendero Luminoso en advertencia a los revisionistas comunistas) o indios muertos retorciéndose en fosas comunes en Ayacucho. ¡Ahora hay Starbucks e imitaciones de guitarras Fender baratas hechas en China! Y una brecha salarial implacable; y crimen todos los dÁ­as; y corrupciÁ³n incestuosa; y un racismo persistente, y algunas de las peores cagadas machistas homofÁ³bicas que América Latina tiene para regalarle al mundo.

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AsÁ­ que, ¿no es un punto distinto? No es que la polÁ­tica haya desaparecido. Solo se ha reconfigurado. Ese descontento, esa expresiÁ³n militante del resentimiento histÁ³rico de toda la vida —esa bestia que saliÁ³ por un momento a la luz del dÁ­a y consumiÁ³ los cuerpos de decenas de miles —finalmente fue enterrado. QuedÁ³ tan aplastado que podemos pensar en él en términos ligeramente freudianos: el monstruo que yace bajo la tierra en medio del inconsciente primario del PerÁº. Mientras tanto, los peruanos de verdad pueden ir fingiendo que estÁ¡n sanando sus muy reales traumas polÁ­ticos: sin explicarse nunca por qué algunas cosas siempre se olvidan y otras se recuerdan tan frecuentemente. El PerÁº puede entrar al futuro pretendiendo ser una democracia electoral de ciudadanos iguales otra vez; una repÁºblica pacÁ­fica; un lugar seguro para la inversiÁ³n extranjera; una de las economÁ­as prÁ³speras de América del Sur. Puede descansar, incÁ³modamente, en su falsa promesa perpetua de una prosperidad final para todos. Pitucos. Mestizos. Cholos. Indios sucios y estÁºpidos. Hasta subtes.

Y luego hubo algunos conciertos de reuniÁ³n y un poco de nostalgia para la mediana edad (y los intelectuales insoportables).

MuchÁ­simos conciertos reuniÁ³n, y viejos casetes punks ahora lanzados como vinilos de culto, y extraÁ±as dinÁ¡micas inter-generacionales entre viejos dinosaurios punks y jÁ³venes promesas casi adolescentes. Demasiado que contar. Narcosis revive periÁ³dicamente su leyenda “somos una banda bacÁ¡n que solo durÁ³ ocho meses”. Tocan los mismos temas crudos e increÁ­bles del demo de 1985, “Primera Dosis”: generalmente con un guitarrista sustituto pero dejando que Fernando “Cachorro” Vial dé saltos en el escenario con una guitarra apagada o un micrÁ³fono muteado. Su carrera como alcohÁ³lico profesional, y vaya uno a saber qué demonios disfuncionales lo llevaron a eso, lo ha transformado en algo parecido al idiota del pueblo. Pero todas las personas aman y buscan al idiota del pueblo precisamente porque reconocen en él tanto una negaciÁ³n y la posibilidad real de su propia imbecilidad.

G3 ha regresado un par de veces desde 2008 con una furia sÁ³nica total, una presencia escénica impresionante, fans incondicionales y una precisiÁ³n hardcore absoluta. De lejos, la reuniÁ³n mÁ¡s bacÁ¡n que pude ver fue la de Guerrilla Urbana/Ataque Frontal en agosto de 2010. Fue bacÁ¡n porque solo durÁ³ unos 25 minutos —¡con menos de veinte canciones de aproximadamente un minuto por pieza el show no iba a durar mucho! Y porque todos estaban locos por ver a Silvio “Espatula” Ferroggiario volver a un escenario de Lima luego de tantos aÁ±os de vivir en Miami. En retrospectiva, se volviÁ³ un recuerdo emocional para los presentes porque fue ademÁ¡s el Áºltimo show del guitarrista José Eduardo Matute (también colaborador de Maximum RocknRoll, ¡ver #27 de 1985!) quien muriÁ³ inesperadamente poco después. Incluso Las Bestias, ese colectivo de artistas medio hippies, medio punkies que una vez operÁ³ en tÁ¡ndem con las primeras bandas subterrÁ¡neas, recientemente hizo una retrospectiva artÁ­stica con concierto incluido. Ah, y Leo Escoria del trÁ­o original Leusemia ha vuelto de Italia aparentemente para quedarse —y para hacerle la vida insoportable a Daniel F. Bueno, la lista sigue y sigue.

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Existe también una verdadera industria artesanal de textos punk peruanos que han aparecido en los Áºltimos aÁ±os—y no crean que me estoy refiriendo a mÁ­ mismo como el gringo punk medio peruanizado. No todos toman la misma forma. Daniel F. tiene un par de testimonios en primera persona. Respetos para Julio DurÁ¡n y MartÁ­n RoldÁ¡n por convertir el punk peruano en material literario. Ambos ambientan sus novelas — y las completan con tÁ­tulos provocativos como Incendiar la Ciudad y GeneraciÁ³n Cochebomba—en el contexto del punk de los aÁ±os 80 en el PerÁº y en el contexto polÁ­tico. Si prefieren un registro mÁ¡s visual, y uno mÁ¡s centrado en los aÁ±os 90 hasta el presente, tenemos Un Lugar de RaÁºl “AviÁ³n” GarcÁ­a: una oscura mirada fotogrÁ¡fica a los conciertos de rock en medio de las deprimentes noches de Lima. Finalmente, tenemos el recién editado libro de Carlos “Bucco” Torres Rotondo, Se AcabÁ³ el Show, enfocado en las bandas que surgieron en 1984 y 1985; escrito en un estilo de historia oral y explÁ­citamente inspirado en Please Kill Me de Legs McNeil y Gillian McCain: Rotondo cuenta la historia del rock subterrÁ¡neo dejando a los viejos punks contar sus propias historias.

Y la gente sigue diciéndome que tengo que apurarme de una puta vez con el asunto del libro…

Todo lo que es sÁ³lido… comienza lentamente y luego se convierte en algo diferente pero parecido.

¡Lloviznita poco original! ¡Perdedores, seguidores y recién llegados que reciclan las sobras! ¡Imitadores, vendidos, viejos punks procreando hijitos punk, y poseros ad vomitum! No habrÁ¡ mÁ¡s pussy riots bacanes en el futuro cercano. Avancen que aquÁ­ ya no hay nada que ver. Aguanta, aquÁ­ viene otra revoluciÁ³n, una ruptura, un nuevo movimiento, una nueva banda, una nueva idea, un nuevo skateboard. Seguramente, esta vez es algo bueno. En serio, ¿por qué los punks declaran muertas unas cosas solo para que otros punks puedan declararlas no muertas? La lÁ³gica resultante en esto es aquello de los poseros y vendidos, que siempre resulta Áºtil como pantalla para que los “verdaderos” punks proyecten sus frustraciones por no poder alcanzar el eterno horizonte de autenticidad orgÁ¡smica.

No me gusta esa forma de pensar. Para ponerlo en términos ledzepellianos: la canciÁ³n no sigue siendo la misma. Pero tampoco es totalmente diferente. Es que en el esquema global de las cosas, a pesar de que en retrospectiva aparecen como momentos de quiebre, la canciÁ³n cambia sutilmente mientras la escuchas. Lo hace poco a poco mientras regenera subjetividades dialÁ³gicas. Lo hace en relaciÁ³n a todas las canciones que existieron antes, a las contemporÁ¡neas y las que se inventarÁ¡n después— incluidas las que nunca fueron escuchadas. Estas tres temporalidades — el antes, el durante, el después —no son entidades separadas. Simplemente son puntos de referencia que cambian de posiciÁ³n.

En otras palabras, a la mierda Benjamin y su Ángel de la Historia que mira hacia el pasado. Caminamos en el presente mirando hacia adelante. QuizÁ¡s lo hacemos preocupÁ¡ndonos por el monstruo del pasado que pueda acercarse sigilosamente por detrÁ¡s listo para comernos. Pero seguimos caminando, a veces tropezando, otras veces tambaleÁ¡ndonos, siempre avanzando. O como dijeron los de Eutanasia “tratas de buscar algo.”

Algunos de mis mejores amigos son historiadores. Pero no comparto sus periodizaciones lineales y su obsesiÁ³n por detalles precisos. Incluso me convencen menos sus edades y etapas, rupturas e hitos, marcados por grandes rebeliones y revoluciones transformadoras. La mayorÁ­a de veces, no soy fan de los tÁ­tulos de sus libros, que suelen ser algo asÁ­ como “Historia de Esta Cosa: AÁ±o XXXX al AÁ±o YYYY.”¿CÁ³mo saben exactamente cuando algo comenzÁ³ y cuando terminÁ³? ¿O qué exactamente separa a un fenÁ³meno del siguiente? Las cosas solo se vuelven Historia cuando alguien (con la autoridad histÁ³rica necesaria) las confiere el tÁ­tulo. Y eso parece implicar que dicha cosa estÁ¡ concluida. Muerta. Los historiadores son un poco como los punks en ese aspecto. Declaran la muerte de las cosas. Pero por lo menos los punks mantienen los oÁ­dos abiertos, y sus tristes esperanzas vivas, esperando cierto tipo de resurrecciÁ³n, de un renacimiento, un revivir pagano. ¡Incluso quizÁ¡s algo tan bacÁ¡n como un apocalipsis zombie total!

Si escribo esto como conclusiÁ³n de estos relatos cortos acerca del punk subterrÁ¡neo en PerÁº, lo hago por un par de razones. Desde el punto de vista de la realidad peruana, lo escribo como una reacciÁ³n a las incontables veces que he escuchado a punks peruanos (y ahora a punkologistas peruanos) debatir si el “rock subterrÁ¡neo” estÁ¡ muerto o no. O si muriÁ³, cuÁ¡ndo fue que eso sucediÁ³. Y si de alguna manera ya ha resucitado o no —o si podrÁ­a hacerlo algÁºn dÁ­a.

También estoy cansado de tratar de explicarme dÁ³nde se supone que debo empezar y parar; qué cosas se supone que debo marcar como trascendentes y qué cosas no merecen mi tiempo; quién debe ser incluido y quién excluido. ¡Estoy cansado de tratar de complacer a todos, carajo! Como la mayorÁ­a de misfits que conozco, yo tampoco soy muy bueno para complacer al prÁ³jimo. Al contrario, simplemente sigo tratando de adaptarme a tallas de ropa estandarizada que no estÁ¡n bien hechas para mÁ­.

Sea como sea, vamos a ver qué pasa después.

Ah, una Áºltima cosa. Esta idea de escribir en un fanzine y ser todo punk y bacÁ¡n y tanta huevada no fue realmente idea mÁ­a. Fue mÁ¡s idea de Sandro. Yo solo soy un gringo con un trabajo formal bien pagado, que se apareciÁ³ aproximadamente en el momento correcto, con todas las ganas de hacer por lo menos un poco de justicia para algunos punks peruanos que conozco.

¡Salud, pues, choches! ¡Ke sigan tocando, y dibujando, y fotografiando, y jodiendo un poco! ¡De la puta madre!